sábado, 23 de marzo de 2013

Tour du Mont-Blanc 2012. Día 3: Lago di Combal - Rifugio Bonatti

Massif du Mont-Blanc, Val d'Aosta (Italia). 6 de septiembre de 2012.

Esta etapa transcurre enteramente en territorio italiano, entre el Lago di Combal y el Rifugio Bonatti. No es lo común, pues normalmente se pernocta en el Rifugio Elisabetta Soldini y se va hasta Courmayeur o el Rifugio Bertone. Etapa 'sui generis' un día más, y especialmente dura para mi cuerpo y mi mente, que empiezan a acusar los kilómetros y la casi inactividad veraniega.


RUTA

El punto de partida se sitúa a unos 300 metros de la represa del Lago di Combal (1.950m), 100 metros antes de llegar a dicho punto cogemos un desvío bien señalizado hacia el SE. El camino gana altura rápidamente en esa dirección y, posteriormente, hacia el E-NE. Poco después de enderezar el rumbo, se llega al collado situado en la cota 2420, desde donde se continúa la senda evidente que recorre el flanco del Val Vény. Dicha senda desciende progresivamente, pasando por las inmediaciones del Lago Checrouit (2.165m), hacia Rifugio 'Maison Vieille' (1.956m). Desde este punto, se desciende pleno E por las pistas hasta la estación de Plan Checrouit (1.700m), donde tomamos un camino que desciende haciendo zetas por un pinar. Este camino nos deja en Dolonne. Cruzando el pueblo, encontramos un puente que nos deja en la otra orilla del río que atraviesa el valle, en Courmayeur (1.224m), donde es preciso encaminarse hacia la salida NE del pueblo para encontrar un tramo asfaltado de TMB. Hay que recorrer esta carretera durante un par de kilómetros, hasta la cota 1420, donde giramos a la izquierda y tomamos la pista que sube en zig-zag un enorme pinar orientado al S. Ascendiendo por la sinuosa senda, superado el límite superior de vegetación arbórea, llegamos al Rifugio 'G.Bertone' (1.970m). Desde este punto, solo queda ascender unos pocos metros más para tomar la senda que se desvía al N y, después, al NE, para recorrer el flanco del Val Ferret hasta el Rifugio Bonatti (2.025m), que alcanzamos tras una última y corta subida.


DIFICULTAD

El camino discurre por sendas bien señalizadas, ninguna dificultad en la orientación, salvo quizá, a la hora de coger la senda que desciende a Dolonne desde Plan Checrouit. Calor y aridez importantes, favorecidos por la orientación S,  en los kilómetros previos y posteriores a Courmayeur.


DESNIVEL POSITIVO/DISTANCIA

1.550m / 21.8 km.


TIEMPO

Completemente despejado. Entre 5°C y 23°C de temperatura. Viento nulo.


CROQUIS



Lago di Combal - Rifugio Bonatti



DESCRIPCIÓN

La noche a orillas del Lago di Combal ha sido lluviosa y fría, nunca he encontrado la posición ideal en mi improvisado vivac y me he levantado con una incómoda sensación de cansancio. Compruebo, después de efectuar el enésimo escorzo de la mañana en el saco de dormir, que el termómetro que cuelga del techo interior de mi tienda marca solo 5°C al amanecer. Un frío penetrante reforzado por la gran humedad del entorno que hace que la tienda esté mojada por dentro y por fuera.

A tientas, intentando no mojar mis calcetines ni posarme sobre la hierba circundante, salgo de mi morada para contemplar como los primeros rayos de sol de levante empiezan a iluminar las cumbres más altas. No tengo mucho para desayunar, un par de barritas bastante tiesas y algo de agua a temperatura ambiente, afortunadamente hoy tengo pensado reponer alimento y, sobre todo, bebida en Courmayeur. El Glaciar de Miage, la Aguja Negra de Peuterey, el Rifugio Bonatti... el día de hoy está llamado a ser increíble, salvaje, y al mismo tiempo pasaré por Courmayeur, una pincelada de civilización en este cuadro de montaña. 

Mi mente viaja durante el desayuno, mis ojos se clavan en la cara S del Petit Mont-Blanc, buscando la ruta que ascendimos mi hermano y yo hace unos meses. Pero hace frío y no quiero quedarme más de lo necesario parado, no me puedo permitir ponerme enfermo porque sería el final de una aventura que acaba de empezar y que tanta ilusión me hace. Enseguida me pongo a sacudir y a guardar la tienda. Organizo mi mochila. Aunque la tienda esté húmeda aún, de aquí a Les Houches aguantará bien. Bueno, eso espero.

Soy optimista, creo que puedo completar la vuelta el domingo. Seis etapas, cuatro días completos de marcha y dos medias jornadas. Algunas etapas salen a casi 30 km, pero ayer ya hice una larga, ¿por qué no un par más? Veremos.

Empiezo a caminar a las 8h15, con una pereza tremenda. La primera cuesta me sienta mal, como un golpe bajo en un estómago ya de por sí maltratado esta mañana, así que me pongo a rueda de una señora que camina junto a un caballo de carga. La he visto antes, mientras recogía la tienda, pasando por la senda que yo debía seguir después camino de Courmayeur. Es una mujer fuerte, bien equipada y, presumiblemente, acostumbrada a hacer el trayecto entre los valles franceses y los valles italianos. Digo esto porque el caballo lleva dos sacos estancos de gran tamaño a cada lado de su lomo y su dueña avanza a buen ritmo, sin el menor sofoco, como si llevara haciendo esto toda la vida. Así que decido darme una tregua y me instalo en su ritmo, que me conviene perfectamente, hasta que entre en calor.

Poco a poco voy sintiéndome algo mejor, pero no acabo de tenerlas todas conmigo. Me duelen las piernas, me pesa la mochila y me siento cansado, vacío. Es una mala señal, significa mal sueño y mala recuperación, y de vez en cuando, aunque de manera recurrente, una pizca de pesimismo me invade. Se deshacen los cálculos que mi mente elaboraba esta mañana sobre la base de un esfuerzo mal medido, el que me di ayer.

En estas estoy, dándole vueltas a la cabeza y esperando llegar al primer collado del día, bajo la atenta  mirada del Mont Fortin y el Mont Favre, cuando diviso en el horizonte dos jóvenes de mi edad. Por fin llego al collado, en la cota 2.420, las vistas sobre la vertiente italiana del Mont-Blanc, con los impresionantes glaciares del Brouillard y de Freney y, por supuesto, con el Mont-Blanc de Courmayeur dominado el panorama, se abren ante mis ojos. Extraordinario. Eso les debió parecer también a las dos británicas que acababan de alcanzar el collado, pues me piden que les saque un par de fotos, a lo que corresponden sacándome idéntico número de instantáneas con el increíble paisaje de fondo. Charlamos un poco y les deseo buena suerte.

Ahora desciendo, muy paulatinamente, sin perder casi altura y ladeando la montaña, en dirección al lago Chécrouit, un pequeño lago verdoso, aislado y muy estético. Poco más adelante está el Rifugio 'Maison Vieille' (1.956m), donde me paro un buen rato para ir al servicio y, entre otras cosas, lavarme las manos para poder ponerme las lentillas. Una vez más, recurro a la explosión de azúcar y cafeína que me proporciona la bebida de la fórmula secreta, a la que -sin ser mi intención, pero es lo más eficiente que hay en los refugios- ya he hecho bastante publicidad en este blog. Es mi salvavidas para llegar hasta dónde me he propuesto hoy , hasta el refugio que lleva el nombre de un hombre al que conocí a través del libro 'Montañas de una vida', y cuyas gestas y valores me han llevado a admirarle. Es el gran alpinista y explorador italiano Walter Bonatti.

Dejando atrás 'Maison Vieille', desciendo por las amplias pistas de gravilla que dibujan eses en su camino a Courmayeur. La orientación S en que se encuentran esta multitud de pistas e instalaciones de teleski, en el llamado Plan Chécrouit, bajo el Mont Chétif, le dan un aspecto aún más desolador, árido, mediterráneo. En el peor sentido de la palabra, evidentemente. El camino que desciende hacia Dolonne, primero, y Courmayeur, atraviesa pinares asentados sobre una tierra seca que se levanta en forma de polvareda a cada paso. Las condiciones han cambiado de forma brutal en pocos kilómetros, los que separan una vertiente de la otra, y el calor empieza a ser intenso, más aún teniendo en cuenta que estoy bajando a cotas relativamente bajas que no he visitado desde que dejé Les Contamines el día anterior. 

En el pueblo de Dolonne, una preciosa villa de montaña que conserva sus bellas formas medievales, hago una parada para comprar una pequeña toalla y jabón biodegradable, así al menos no tendré que volver a esperar a encontrar un refugio para ponerme las lentillas... pero sobre todo, podré darme una ducha que estoy empezando a merecer (y a necesitar). Salgo de la tienda y me dirijo al N, callejeando por las rúas del pueblo, cuando me encuentro con un 'randonneur' igual de perdido que yo mismo, que no encuentra el puente para pasar al otro lado del río que separa Dolonne de Courmayeur. David es bretón y camina con una pesada mochila a la espalda (cuando he visto su mochila, imposible volver a quejarme de la mía) y una riñonera bastante grande por delante de la cintura, tiene el verbo ágil y hace el mismo recorrido que yo, el TMB, pero a otro ritmo. Y tanto. Estamos un rato juntos por Courmayeur, en el supermercado y en el 'Café des Guides', donde comemos unos paninis y aprovechamos para enviar algunas fotos a través de la Wifi del bar. Hablamos animadamente sobre nuestras experiencias en la montaña y sobre cómo estamos afrontando cada uno esta vuelta al Mont-Blanc: él con su cámara réflex, buscando fotos espectaculares y caminando tranquilamente; yo buscando mejorar mi forma física, afrontando el reto de quitarme días, más ligero, en semi-autonomía. Me despido de él y le deseo suerte para llegar al Bonatti.

Los paninis de jamón y queso me han sentado bien, la cerveza con limón me ha calmado la sed. Con fuerzas renovadas dejo Courmayeur por el NE, en dirección al Rifugio Bertone, primero por la carretera y después tomando una senda que sube haciendo zetas por otro bonito pinar orientado al S. Los trescientos primeros metros son amenos, fáciles, pero poco a poco me voy quedando sin gasolina. Me preocupa. Y mucho. Acabo de comer, he descansado un buen rato, he repuesto fuerzas y me he hidratado bien en el pueblo, ¿por qué me encuentro otra vez vacío como si nada de esto hubiera pasado? Algo me dice que el bajón físico que acuso desde la primera cuesta del día puede cargarse mi vuelta al Mont-Blanc, pues me quedan otros tres días de dura marcha.

El camino hacia el Rifugio Bertone (1.970m), sencillo, pero que gana altitud bastante rápido, se convierte en un infierno. No disfruto nada, sufro. Llego al refugio después de haberme parado dos veces en 400 metros, exhausto, y decido volver a jugar la carta de la bomba de azúcar y cafeína. También compro una  botella de agua grande. De ahora en adelante el camino es prácticamente llano, así que no debería acusar los dos kilos suplementarios. Y así es, me pongo en marcha otra vez, sabiendo que voy a llegar al Bonatti, después del sufrido día de hoy, en 1h45 cubro la distancia entre los dos refugios.

Cuando he llegado al Rifugio Bonatti (2.025m) el día está en su ocaso, las enormes paredes de las Grandes Jorasses, que dominan el valle y el refugio, llevan unas horas a la sombra ya, y se tornan ahora azules, casi negras. Me sorprende la cantidad de gente que hay en el refugio, es un mundo totalmente diferente al del vivac o, incluso, al del cámping. Mi primer impulso es salir corriendo de allí, pero no estoy en condiciones de hacerlo. Una pequeña exploración del refugio que lleva el nombre de mi ídolo alpinístico -y que es un verdadero museo de Bonatti- me hace cambiar de opinión, me daré un ducha, comeré bien y dormiré sobre un colchón. Si quiero tener alguna oportunidad de recuperarme bien para la segunda parte del viaje, no tengo más remedio que moverme entre la muchedumbre, más turista que montañista, que puebla el lugar.

El refugio es bonito, moderno, está limpio y ofrece muchas comodidades. El único pero son las duchas, no es que estén mal, el caso es que, al coger la pernocta nos dan una ficha con la que se activa la ducha... bueno, en realidad, los 12 litros de agua caliente de los que dispone cada persona. Como no me lo explicaron, me tengo que aclarar con agua fría, pero al menos es una ducha. Merced a la sala de secado, puedo lavar parte de mi ropa y tenerla lista para el día siguiente, así que lo hago y sin más dilación me voy a escribir mi diario. Y enseguida a la cama.

Estando tendido en la cama, me doy cuenta de que me cuesta conciliar el sueño, y no por culpa de ningún compañero de habitación ruidoso, sino de puro cansancio. Cansancio severo. No bajo de 90 pulsaciones estando completamente inmóvil y me pregunto si podré recuperarme en unas pocas horas. De lo contrario tendría que abandonar, volver a Courmayeur y coger un bus que me lleve a casa. Tras una buena docena de vueltas sobre mí mismo, por fin noto que me llega el sueño, después de un día tan duro, es lo mínimo que merezco. Espero estar bien mañana, no quisiera tener que dejarlo ahora.

Salud y Montaña


Reportaje fotográfico: Javier Rodriguez



Primeras luces del día al salir del vivac. No está mal.

Amanece en las cumbres

Todo muy bien señalizado

Lago di Combal

Bonito amanecer sobre el Mont-Blanc de Corumayeur

El famoso caballo de carga

Esta vez toca seguir por la izquierda

Vista al S desde el collado de la cota 2420

Impresionante vista sobre el Mont-Blanc de Courmayeur, la Aguja Negra de Peuterey, el Glaciar del Brouillard...

Lago Checrouit

Aiguilles de Rochefort

Vista atrás (zoom) hacia la Aiguille des Glaciers

Dejando atrás el primer collado del día. 

Agujas de Rochefort (i) y Mont Chetif (c) en el descenso hacia Courmayeur.

Rifugio Maison Vieille

Vista atrás sobre la senda que baja desde Plan Checrouit


Bonitas calles de Dolonne

Café des Guides. Courmayeur.

Vista atrás hacia Courmayeur


Rifugio G. Bertone


Desvío hacia el Rifugio Bonatti


Panorámica desde las inmediaciones del Rifugio Bonatti



Rifugio Bonatti

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