lunes, 18 de octubre de 2010

Piméné (2.801m). El mirador por excelencia.

Parc National del Pyrénées, Francia, 5 y 6 de septiembre de 2010.

Recién descendidos de un rincón mágico del Pirineo, del Vignemale, nos dirigimos al pueblo de Gavarnie. Esta villa es el centro del pirineísmo francés, lugar de encuentro de practicantes del esquí, el alpinismo, el senderismo y la escalada. También de turistas que arriban para contemplar el magnífico espectáculo que ofrece el Circo de Gavarnie y su Gran Cascada, la más alta de Europa.

Gorka y yo venimos de dormir al raso delante de las grutas Bellevue, estamos motivados, frescos y aclimatados. Hemos comido bien desde que salimos de casa y no nos faltan fuerzas. Como aún tenemos dos días libres y parece que el buen tiempo se va a prolongar unas horas más, decidimos acometer la ascensión de un pico sin dificultades técnicas, pero que ofrece, por su inmejorable posición y relativamente elevada cota, unas espléndidas vistas del Circo de Gavarnie y de toda la parte norte de Ordesa.

Pero no solo eso, el Circo de Estaubé, el de Troumouse, el Midi de Bigorre o el mismo Vignemale pueden divisarse perfectamente desde la cumbre del Pimené. La primera ascensión documentada a este pico data del año 1877, realizada por Henri Reboul con ocasión de una misión geográfica, aunque en esa época también Pierre Schrader, eminente alpinista, geógrafo y cartógrafo, había alcanzado su cima para reproducir, a golpe de pincel, el espectáculo que veían sus ojos.

Es una ascensión asequible, con un buen sendero que nos conduce amablemente hasta la arista final, único tramo donde es necesario prestar un poco de atención. Nosotros tampoco estamos para más, pero queremos finalizar la temporada estival en un entorno privilegiado, en el corazón de nuestro Pirineo.


ASCENSIÓN

Llegamos a Gavarnie en coche y, puesto que el área urbana es de pago, aparcamos nuestro vehículo unos siete minutos carretera abajo, al lado de una casa. Alcanzamos el pueblo a pie remontando la carretera, lo cruzamos en dirección a la cascada y enseguida vemos un cartel amarillo en la esquina de una casa que indica el camino al Refugio de Espuguettes. Cruzamos el río por una pasarela y empezamos a tomar altura violentamente por un sendero invadido de vegetación, en unos buenos 25 minutos salimos del bosque y divisamos una caseta, torcemos al E por unas campas buscando el camino, que alcanzamos justo antes de entrar en un pequeño bosque. Una vez fuera de él, seguimos hacia el S las trazas de senda que nos conducen al refugio (2.027m). Seguimos una senda amplia que se bifurca a media ladera, tomamos el camino de la izquierda y proseguimos por la ladera del Petit Piméné hasta su cima. Una vez allí se ve la cresta del Piméné, no hay más que seguirla por camino fácil. Los últimos cien metros de arista son un poco más aéreos, pero fáciles. Cima. Mismo itinerario para descender a Espuguettes, y después bajada por el camino normal que desemboca en las proximidades del camping de Gavarnie.

DESNIVEL POSITIVO

1.450m


TIEMPO

Magnífico y caluroso, nubes y claros a última hora de la tarde, fresco por la noche y lluvioso a la mañana siguiente. Viento débil.


CROQUIS



DURACIÓN

Gavarnie - Refugio de Espuguttes (2h) - Petit Piméné (3h30) - Piméné (4h15) - Reugio de Espuguettes (6h) - Gavarnie (7h15, al día siguiente).


DIFICULTAD

Ninguna dificultad técnica, simplemente recordar que es una cima de casi 3.000 metros y que el desnivel positivo es importante para afrontarlo en una jornada.


DESCRIPCIÓN

12 de la mañana, Gavarnie. Acabamos de descender del macizo del Vignemale, que por fin nos había dado una oportunidad para disfrutar de sus cimas, y estamos llenos de energía para embarcarnos en una nueva ascensión tomando como punto de partida esta bella villa pirenaica. Nuestro objetivo es el Piméné, considerado uno de los más bellos miradores del Pirineo. Gorka está muy motivado y yo también, nos cambiamos de ropa en el coche y empezamos a caminar. Hacemos un pequeño alto en el pueblo, donde aprovechamos para hacer unas llamadas y beber algo, además de comprarme un bocadillo que interrumpa mi dieta de comida deshidratada. Gorka inmortalizaría el momento para recordarme, algún día, que cedí a la tentación y, en consecuencia, que no soy un tipo duro. La verdad es que el bocata merecía la pena.

Como las mochilas están más ligeras y estamos aclimatados empezamos a andar inhumanamente, tomando un camino que sale del centro del pueblo hacia Espuguettes y que asciende abruptamente por un itinerario cubierto de maleza. Como llevo mi bocadillo en la mano, a riesgo de atragantarme, le pido a mi compañero un descanso. Echamos un trago de agua y seguimos en nuestro caminar frenético rumbo al refugio.

Muchas veces he pensado porqué derrochamos energía de manera inconsciente. Podría decir que es la aclimatación de nuestros 3 días en altura en el Vignemale. O quizá, que son las ganas de descubrir nuevos paisajes y de llegar a la cima. No estaría equivocado si dijera que es la suma de ambas, pero hay que añadir un componente físico esencial que conozco desde mis tiempos de atleta: el ejercicio intenso produce endorfinas, opiáceos naturales que segrega nuestro cerebro. El cuerpo, inconscientemente, busca el placer a través del ejercicio y nosotros le dejamos hacer.

En ese estado de excitación salimos del bosque, desde donde observamos una caseta. No parece una granja, no parece un refugio. La verdad es que nunca averiguamos lo que era, aunque puede que fuese un taller de artesanía, sí, en plena montaña. Lo cierto es que allí se encontraba un señor que nos indicó amablemente el camino a seguir para encontrar el refugio, seguimos campo a través unos metros y alcanzamos un sendero guadianesco , pero que finalmente nos conduce a nuestro destino. Llegamos al Refugio de Espuguettes sin habernos cruzado a nadie por el camino, lo que, teniendo en cuenta la cantidad de gente que había allí congregada, confirmó lo que llevábamos sospechando un buen rato: Nuestra ruta no es la habitual ni la más fácil. Pero era la nuestra. En el refugio llenamos nuestros bidones de agua, y pido un par de coca-colas, que van a doparme con azúcar y cafeína para acometer la subida al Piméné con la mente clara. Constato que el efecto que tuvieron en mí fue considerable porque el pobre Gorka, que hasta entonces caminada a mi ritmo, si no más rápido, se vio desbordado por el nuevo ritmo que impuse durante toda la subida.

El camino hacia la cima es fácil y bello, se hace corto y ameno. El primer pico que alcanzamos es el Petit Piméné (2.667m), aquí espero a mi compañero para hacer la subida al Piméné juntos. En primer lugar tenemos que descender hasta un collado, unos 50 metros, y después continuar la cresta por trazas de senda. El tramo final es de arista, y estoy especialmente sensible a las alturas hoy, así que Gorka va delante. La arista es fácil, un poco aérea, y nos lleva directamente a la cima. La cima del Piméné (2.801m) es, como es sabido, un mirador excepcional del Pirineo central, puesto que la vista en 360 grados es única. Tenemos primeros planos del Circo de Gavarnie, de los Astazous, del Taillon, de la Brecha de Roldán, del Circo de Estaubé. Bonitas vistas del Monte Perdido, del Vignemale, del Midi de Bigorre, de La Munia. Vale la pena el esfuerzo de subir, en un día claro, para contemplar este maravilloso cuadro de mitos de roca y hielo.

Gorka y yo estamos extasiados por tanta belleza y por tantas sensaciones. Quién sabe cuántas cimas hemos hollado ya y, sin embargo, tenemos la misma ilusión que la primera vez que fuimos al monte. Nos ponemos en marcha poco a poco, charlamos animadamente mientras el sol va desapareciendo por el horizonte y algunas nubes empiezan a dejarse ver del otro lado de la invisible frontera. En unos minutos de marcha alcanzamos las praderas, pobladas de vacas y caballos, adyacentes al refugio, donde instalaremos nuestra tienda de campaña para pasar la noche. Va a ser nuestra tercera noche en la montaña, y nuestra tercera forma distinta de dormir. O de no dormir.

Efectivamente, el hecho de estar rodeados de rebaños de animales grandes, como vacas y caballos, no nos tranquilizaba demasiado, y pasamos una noche un poco en duermevela. Antes de meternos en el saco, preparamos un delicioso sobre de puré de patatas con carne, por enésima vez. Bebimos nuestro isostar, agua y hasta una cerveza con limón de lata, comprada en el refugio. Fue un atardecer bonito, con el sol dejándose caer detrás del puerto de Bujaruelo. Un sol que ya no volvimos a ver.
En efecto, si bello fue el atardecer, gris se levantó el día siguiente. Nubes amenazantes se dejaban ver en todas direcciones desde la entrada de la tienda, y una premisa se asentaba en nuestras cabezas: tenemos que salir de aquí cuanto antes. Gorka prepara el desayuno mientras que organizo nuestras pertenencias, una lluvia fina empieza a despertarnos, anticipando algo más gordo.

Pasamos por delante del refugio a toda mecha cuando, de repente, oímos un estruendo que viene del puerto de Bujaruelo, tormenta. Y viene hacia nosotros. Empezamos a correr campas abajo, aprovechando que la hierba está seca y aún podemos ir rápido. Pronto alcanzamos el sendero, donde nuestros bastones y nuestra destreza nos ayudarán a descender a gran velocidad. Empieza a llover con fuerza y aceleramos el paso, en nuestro camino se cruzan tres grupos de montañeros empapados a los que indicamos la distancia al refugio sin pararnos. En pocos minutos alcanzamos la carretera y, desprovistos de vegetación, quedamos a merced de la lluvia. Por suerte en unos pocos minutos más llegamos al coche, donde nos secamos, cambiamos y termina nuestra aventura francesa de 4 días.

Un tiempo que nos ha servido para disfrutar de unos días espléndidos en el Pirineo, para descubrir nuevas cumbres y nuevos senderos, para conocer Gavarnie, pero sobre todo para estar en contacto con la realidad.

Salud y Montaña




Centro de Gavarnie


Camino de subida


Vista atrás hacia el Macizo del Vignemale


Primera vista del Piméné
Bello Circo de Gavarnie



Rebaños de equinos y bóvidos


Astazous, con el Corredor Swan


Rebaño descansando


Cresta del Piméné


En la cima del Petit Piméné (2.667m). El camino que queda para el Piméné (2.801m)


Cima del Piméné (2.801m)



Gorka desciende


Refugio de Espuguettes


Gorka y yo


Aquí estoy con el Vignemale al fondo


Cenando antes de instalar el vivac


Atardece


Vuelta a casa

Fotos: Javier Rodríguez / Gorka Sanz

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